Renunciar a nuestra libertad es renunciar a nuestra calidad de hombres, y con esto a todos los deberes de la humanidad.

Jean Jacques Rousseau (1712-1778)

martes, 10 de septiembre de 2019

ESPACIO

"La cosa más bella del mundo es la tranquilidad"
Periandro de Corinto (siglo VII a.C)

En cuanto acabó sus estudios universitarios se dio cuenta que tenía la vida ante sí.
A veces, bueno, siempre, recordaba lo estudiado en su juventud: el Ser y el No Ser, las acciones y sus consecuencias, el capital y el riesgo. Todo, en sí, era el sentido de la vida. Y todo era pura elección.
Este era el momento. Era consciente de lo que tenía con toda seguridad: Inseguridad. Pero estaba formado para hacer frente a todo. Sin red.

Creció en una familia en la que, sin saberlo, pero siguiendo las enseñanzas de Aristóteles, la moral era la virtud. En realidad, eran las enseñanzas cristianas. Siempre confió en ello y le sirvió para, siempre de la mano de Temor, “llevar el camino correcto”.
Y siguió su camino confiado en esas enseñanzas, las cuales eran, sin duda, positivas para ser buena persona (posteriormente entendió que buena persona es sinónimo de ingenuo, o sea, pardillo).
Consecuente con ello, intentó no hacer nunca daño a prójimo, siempre ayudó a los demás; le faltaba tiempo para servir, nunca para servirse. Se dio, pensando en que prójimo era igual que él, pero poco recibió.
Prójimo resultó ser persona poco dada a agradecimientos. Todo lo contrario, se valió de él para conseguir sus fines y deseos. Sin importar cómo.
Se dio cuenta tarde de la realidad. No supo defenderse de prójimo y obtuvo tristeza y melancolía como recompensa.

Intentando ser consecuente con la realidad descubierta, pero siempre temeroso de faltar al Amor Verdadero, procuró sobrevivir en el real e impío mundo. Lucha constante entre deseo y hechos, entre fantasía y realidad: Soledad.

Pese a cumplir con las leyes reproductivas, la alegría nunca inundó sus días. Cuestiones periféricas se hicieron centrales, y las centrales se fueron desvaneciendo. Hasta que se desvanecieron. El Ser se convirtió en No Ser.

Prójimo se manifiesta en diferentes caras. Algunas muy agradables que compensan vacío y soledad. Pudo comprobarlo. Encontró uno que creyó sabía apreciar su Ser, el cual creía totalmente emigrado para no volver. Y Ser, fue. 
Creyendo a prójimo más coherente con sus principios, intentó darse de nuevo, intentar Ser de verdad. Mas moral y virtud, transformadas en Temor, se manifestaron carentes de piedad.
Prójimo, necesitado de tranquilidad y estabilidad, se negó a participar de la posibilidad de encontrar el sentido. Moral y virtud, o sea Temor, negaron un renacimiento para volver a la misma realidad. Prójimo exigió la “periándrica” tranquilidad, alterada por la invasión de su espacio, desapareciendo de su vida.
Vacío y soledad, contemplando la situación, decidieron ocupar de nuevo el perpetuo espacio efímeramente abandonado. El renacimiento resultó ser el de No Ser.
Los espacios quedaron, pues, claramente definidos, como siempre lo habían estado.
Únicamente permaneció Esperanza, pero ella no ocupa volumen ni espacio.


sábado, 8 de diciembre de 2012

DA ASCO SER ESPAÑOL


Bienaventurados los perseguidos por causa de la Justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. San Mateo 5,10

Lo peor de España somos los españoles.
Y esto es así, pues muy pocos españoles leen algún texto si tiene más de 20 palabras. No van más allá de un tweet o de un breve titular de alguna página web. No creo que nadie pierda el tiempo en leer este breve texto. Claro está, raro es el español que lee al menos un libro en su vida. No busquemos nada dentro de un español ad hoc, pues no lo encontraremos.
Se puede decir que no es justa ninguna generalización, que cada persona es diferente, pero en esta España, que es lo único que tristemente conozco, absolutamente todos generalizamos, somos así de borregos, y así nos va, y así es y será nuestra lamentable historia.
Nadie, o casi nadie leerá lo que escribo, pero tengo necesidad de escribirlo y expresarlo, pues lo siento como algo mío, pues algo parecido me ha ocurrido y él es mi amigo.

Los controladores aéreos son unos asquerosos, son malas personas, son unos multimillonarios de mierda. Son unos privilegiados. Y encima hacen huelga. Mes de diciembre de 2010.
Nadie se para en conocer la versión del otro. En España, nunca. El político y sus voceros de turno se encargan de proclamar a los cuatro vientos “su verdad” sobre los controladores aéreos españoles. Y todos “balamos” (para el español medio, que no creo que haya llegado hasta este punto en la lectura de este texto, balar es el sonido que hace la oveja), y decimos lo del oficio de las madres de los controladores. Nadie nos paramos a pensar o indagar por qué ganan mucho más dinero que otro español. Nadie se interesa por saber si lo ganan porque ellos lo han decidido o porque “se lo han decidido”. Nadie se interesa por saber cuántas horas trabajan o por saber cómo trabajan. Nadie. Balamos al son de los políticos y sus secuaces de la prensa.

Un controlador aéreo es una persona. Al igual que los españoles (aunque en esto tengo mis empíricas dudas), ninguno es igual a otro, pues cada ser humano es único e irrepetible. Sí, parece increíble, pero hasta todos aquellos “baladores” profesionales son distintos entre sí, o tienen la capacidad de serlo, aunque ellos no lo sepan.
Si este controlador aéreo hubiese tenido la oportunidad de ejercer su derecho constitucional de huelga (¡ja!, constitucional es solo aquello que “los constitucionales” dicen que es), yo no sé si lo hubiese ejercido. Pero él no tuvo oportunidad de decidir, pues estaba en otros dolorosos menesteres: la muerte de su padre.
Su padre, una buena persona que no llegué a conocer en profundidad, pero que sé que se vistió siempre por los pies, y así, junto a su mujer, educaron a su único hijo: como un hombre (en género gramatical neutro, como una persona honorable, que es lo que se supone que ha de ser siempre una persona). Y ese hijo estudió su carrera de económicas, pero la vida le llevó, por circunstancias propias de la vida de cada uno, al aeropuerto de Valencia, donde se formó como controlador aéreo. Fue de un aeropuerto a otro y conoció a la que hoy es la madre de sus dos hijas. Y son felices. Pero este hombre fue educado como tal, en la Justicia y en el Amor. Solo existen esos dos conceptos para ser un hombre (género gramatical neutro). Y esos dos conceptos llevan irremediablemente al odio de los españoles tipo. Ningún español cree que exista un español que no tenga un precio, pero vaya si los hay. Yo conozco a dos: él y yo. Y por ello hemos sido víctimas de increíbles trampas que intentan hacerte la vida invivible.

Mi caso no viene al caso, ya será contado, pero el suyo podéis leerlo en el siguiente enlace: Aena oculta la verdad

Pero sigue todavía perseguido por causa de la Justicia, pese a las pruebas.
Pero es un controlador aéreo, y los españoles ya hemos dictado sentencia: ¡CULPABLE!
España siempre ha sido así, los españoles somos así: damos asco.

Aunque nos vemos poco, muy poco, E.C.C., sabes que te queremos.


lunes, 29 de octubre de 2012

QUINTO DÍA: METAS

Quien no se propone hacerlo perfecto, no logrará hacerlo bien.
Oliver Cromwell (1559-1658)

Esfuerzo, sufrimiento. Tan solo los tuvo, respectivamente, para preparar la oposición a su primer matrimonio, y en la espera del resultado esperado. Después, fue la norma: dejarse llevar.

Pero una vez conseguido el objetivo, ¿qué?
Siempre pensó que esfuerzo y frustración van cogidos de la mano. Casi nunca el esfuerzo se ve recompensado. Es más, ¿para qué esforzarse, si dispones sobradamente de aquello que te permite vivir bien? ¿La gente no se da cuenta de que es más que probable su fracaso? ¿La gente es tonta o qué?
Hay que palabras que parecen que están vetadas en el diccionario de la “nueva lengua”: esfuerzo, excelencia. La excelencia es palabra denigrada por sectores tendentes a la homogeneización social, en la que el individuo que busca un fin complejo al que se puede llegar mediante el esfuerzo es tratado de antisocial, clasista, hereje de la religión laica. Un ser perfectamente prescindible, prescindible en la hoguera del pensamiento único, condenado a vivir en el redil o desterrado de cualquier reconocimiento de la colectividad.
Es el triunfo de los mediocres, de aquellos que prescinden de la excelencia y del esfuerzo para llegar a ella. Es el asesinato de la naturaleza propia del ser humano en ¿beneficio del pueblo?
Excelencia. Esfuerzo.
Se cuenta la historia de un hombre que quiso creer en sí mismo, que quiso ser un hombre. No quiso quedarse en lo que aparentemente sería su vida, una triste vida. Se impuso un gran reto a superar.
Este hombre nació allá por el año 1909, y un día de invierno, cuando tenía ocho años, la estufa del aula en la que estudiaba ardió. En el incendio murió su hermano mayor, y él sufrió gravísimas quemaduras en toda la parte inferior de su cuerpo. Increíblemente sobrevivió al incendio, pero perdió parte de la musculatura de sus rodillas y piernas, así como la totalidad de los dedos de su pie izquierdo. Dada la envergadura del daño, estaba condenado a quedar inválido para el resto de sus días.
Pero él no lo quiso. Día a día intentó mover las piernas; a cada movimiento le sucedió otro; más tarde, logró caminar con mucha dificultad; tiempo después, caminaba mejor. Al final, incluso pudo llegar a corretear.
En la universidad formó parte del equipo de atletismo. Y, en 1932 y 1936, formó parte del equipo de atletismo de los Estados Unidos. En la Olimpiada de 1936, batió el récord del mundo de los 1.500 metros, pero fue superado por otro corredor.
Pero el niño que iba a quedar inválido, Glenn Cunningham, fue el norteamericano que corrió esa distancia más rápido que ningún otro.
Tras trabajar como director de educación física en la Universidad, fundó con su mujer un centro para ayudar a jóvenes desfavorecidos. Y murió, con la satisfacción de ver recompensado su esfuerzo, en 1988.


domingo, 21 de octubre de 2012

CUARTO DÍA: NO VIDA

Realmente no sabía que había dos partes en el tema del aborto.
Norma McCorvey (1947-)  (*)


Para cada persona, la vida es una sucesión de hechos.
En el momento de su final brotaban a su memoria infinitud de vivencias que le hacían reflexionar.
Si bien había reflexionado bastante poco a la largo de su vida, era porque él no lo había deseado; no se lo había planteado, pero comprendía que ahora podía. Y en ese momento podía hacerlo porque era consciente de su existencia.
Intentó llegar al recuerdo más antiguo: cuando apenas tenía tres años, paseando con su madre y sus dos hermanas, en una mañana soleada de otoño. Eso es todo lo que recordaba. Pero estaba seguro de que había más vivencias, aunque no las recordara, pues había nacido. Pero, y ¿antes de nacer? Eso era incapaz de recordarlo. De hecho, nadie ha sido nunca capaz de recordarlo.
Reflexionó sobre ello y lo entendió claramente.
La clave, como siempre, estaba en la religión que él, y la gran mayoría, profesaba: la religión laica, la religión de la verdadera libertad, la religión de la verdadera democracia, la religión del rebaño.
El Cristianismo, pensamiento que había sido el hilo conductor del devenir histórico occidental, debía morir, de hecho agonizaba, y ser sustituido por la religión materialista que era indubitada. Entre los derechos de la religión terrenal estaba el del aborto, palabra realmente dura que había sido sustituida por un conjunto de palabras que disculpaban a la anterior: interrupción voluntaria del embarazo.
Era costumbre de la religión laica, globalmente admitida, la utilización de nuevas palabras o circunlocuciones que dijeran sin decir, o, incluso, la modificación del diccionario.
Él nunca consideró morir al hecho de no nacer. Pero en su trance final pensó que probablemente ese hecho de nacer podría ser un hecho más dentro de la propia vida, pues ¿se puede nacer de la nada?
Entendió claramente que nacer es un hecho de un todo vital, y que la propia vida empieza en el momento en que se produce la primera unión exitosa que permita el alumbramiento.
Que no pudiera recordar lo que había sido con anterioridad a esa tarde de otoño cuando tenía tres años, no significaba que no hubiese vivido esos años previos. Que no recordara lo que había sido antes de nacer no quería decir que no hubiese estado vivo previamente a su nacimiento. Simplemente era otra forma de vida, con otras necesidades y otras realidades, pero era vida, vida previa. Era un hecho dentro de la sucesión de hechos de su vida.
Lo vio claro: la religión terrenal, la materialista, la religión de la manada, la religión laica, había conseguido, sin duda, convertir el acabar con la vida en un derecho. Ese derecho que negaba la posibilidad de tener recuerdos a una vida exitosa ya iniciada.


(*)Norma es más conocida como "Jane Roe".
Jane Roe fue la persona que originó el cambio legal del Aborto en los Estados Unidos de América, reconociéndose como un derecho constitucional en el año 1973.
En ese año, Norma sostuvo que su embarazo fue el resultado de una violación.
Tras el paso de los años confesó que no fue cierta tal violación y, que realmente se había convertido en un medio de dos abogadas para conseguir el fin del cambio legislativo.
En el año 1995 Norma se convirtió al Cristanismo.
En 2005 pidió que revisaran el fallo de 1973, argumentando los daños psíquicos que el aborto ocasiona en las mujeres, pero la petición fue denegada.
Si bien durante el juicio del año 1973 solicitó que le practicaran el aborto, Norma nunca lo realizó. Dio a luz a la primera de sus tres hijas, Melissa. 

miércoles, 17 de octubre de 2012

TERCER DÍA: VACÍO

Es imposible que una cosa tan natural, tan necesaria y tan universal como la muerte pueda haber sido destinada a la humanidad, por la providencia, como un mal.
Jonathan Swift (1667-1745)

Recordó a su madre. 
Feliz en el último día.
Cuando ella murió comprendió que su propia vida estaba encaminándose a lo inevitable. A partir de ese día empezó a recordar las enseñanzas de su niñez. Estaban olvidadas, pues no eran necesarias, pero el final de su madre le produjo un escalofrío.
Imaginó el mundo sin su propia existencia. Notó un gran vacío en su pecho, como un ahogo. Nada. No había nada. Desesperanza. Igual que dudó en su juventud, y acabó negando su religión materna, ahora empezaba a dudar de su religión incuestionable. La religión de la manada a la que pertenecía: la religión laica.
Era incuestionable que la muerte es el final. La religión laica así lo expresaba, tajantemente. No puede existir nada tras el final, pues no existe explicación racional a la existencia de una vida tras la muerte física.
Hasta hacía bien poco, la religión de su madre tenía que ver con la totalidad de las actividades mundanas, de manera que la religión era su propio ser. Vida y alma indisociables, no se toleraba la división. El que no estaba de acuerdo con esta idea no era un verdadero ser humano en su integridad. Se le desterraba por impío. 
La religión opuesta a la razón.
Negada la religión se instaura la razón, que atiende a verdades objetivas u objetivables. La nueva religión laica consiguió una nueva sociedad, de la que él formaba parte indubitable, en la que todos los miembros de la manada laica pudieron desarrollarse en libertad, sin ningún tipo de coacción, sin imperativos externos. Cómo no podían verlo los seguidores de la anterior religión.
Ahora, la religión de la manada tenía que ver con la totalidad de las actividades mundanas, de manera que la religión laica era su propio ser. No existía alma. El ser humano era libre. Pero curiosamente, como la antigua religión de su madre, tampoco toleraba la discrepancia. El que no estaba con esta idea laica no era un verdadero ser humano en su integridad. Se le desterraba por alienado.
Pero su madre murió feliz.
Quería recordar lo aprendido de niño y ya olvidado.
Se dio cuenta de que las diferencias entre la cristiana muerte de su madre y la laica muerte de los integrantes de la laica manada eran la esperanza frente a la desesperanza, la felicidad frente al más absoluto de los vacíos.

domingo, 7 de octubre de 2012

SEGUNDO DÍA: UNO

No hay nada que pueda quitar la libertad a un hombre salvo otros hombres. Para ser libre, un hombre debe ser libre de sus hermanos.
Ayn Rand (1905-1982)

Conforme iba llegando al final de sus días tuvo tiempo para recordar lo absurdo de su vida. Siempre influenciado por los que le rodeaban, vio claramente el sinsentido de formar parte del todo sin tener conciencia de ser parte.
Se acordó del compañero de colegio que llegó a ser el socio fundador de una importante empresa tecnológica con sede en el país de las oportunidades.
En aquel tiempo había determinados vocablos que no existían pero el concepto era análogo. Otrora raritos, hoy frikis.
La influencia del todo era tan evidente que, tanto él como la práctica totalidad de los que le rodeaban, eran incapaces de concebir la singularidad de algunos. Aquellos que no compartían sus creencias, usos, costumbres y modos eran rápidamente descalificados, negados, expulsados de la manada.
Para ellos lo más importante era el grupo. Todos y cada uno de sus miembros debían seguir todas las reglas a las que obligaba el grupo, aquellas reglas explícitas, pero sobre todo las reglas tácitas.
Las reglas que el grupo daba por conocidas eran las más importantes. Con el paso de los años, las reglas tácitas se convirtieron en lo conocido por el grupo (ahora llamado pueblo) como “lo políticamente correcto”.
Al final de sus días comprendió que estos seres singulares, únicos e individuales, habían llegado a hacer más por la sociedad, por la manada de la que él siempre había formado parte, que los propios elementos que la constituían, pues estos se habían conformado con la seguridad de pertenecer a la misma y no ser excluidos, mientras que aquellos, mediante su esfuerzo, trabajo y superación, habían logrado desarrollar investigaciones y estudios conducentes a la existencia de nuevos bienes y servicios que, si hubiese sido por la mentalidad que se les había inculcado desde su infancia, jamás hubiese podido imaginar que pudieran llevarse a cabo.
Era ya tarde para poder cambiar su historia, pues la Historia es. Pero entendió perfectamente que el friki, otrora rarito, fue siempre más libre y comprometido que él, uno más del rebaño.


viernes, 28 de septiembre de 2012

PRIMER DÍA: SEGURIDAD Y SENTIDO

La vida es una mala noche en una mala posada.
Santa Teresa De Jesús (1515-1582)

Al final de sus días lo comprendió todo: había vivido sin vivir.
Intentó buscar sentido a su longeva vida.
Su paso por la misma había estado lleno de alegrías y tristezas, más estas que aquellas. Pero en un primer momento pensó que era lo normal. Todo ser vivo que conocía en su entorno era análogo a su devenir terrenal. Era lo que aprendió en la escuela: nacer, crecer, reproducirse y morir.
Había sido un ser vivo de libro. Pero solo eso.
Guiado desde bien pequeño hacia la búsqueda de una seguridad en la vida, su vida fue seguridad.
Papá y mamá cuidaron de él hasta que acabó sus estudios universitarios de Magisterio. Estuvo seguro.
Contrajo un primer y eterno matrimonio con su trabajo: maestro de enseñanza infantil en un colegio público (pensaba: "los niños pequeños se quejan poco, suelen ser agradecidos"). Seguridad. Gracias al examen realizado ya tenía la seguridad de que no se le iba a examinar jamás.
Tras tres años de convivencia en común, su segundo matrimonio fue con una compañera del colegio. Tenía la seguridad de que tras la experiencia prematrimonial, su matrimonio sería seguro y eterno, como el primero. Gran boda católica. Un año duró. 
Antes de la ruptura había logrado reproducirse en una preciosa niña, la cual fue rápidamente aceptada por su pareja de su tercer matrimonio, si bien segundo, a los efectos de todos sus conocidos. Gran boda civil, aunque con cierto y patético parecido al rito católico: ¡qué bonita boda laica! ¡Cuántos poemas!
Cosas de la vida, su segunda mujer de su tercer matrimonio lo dejó por una chica de muy buen ver. 
Era evidente que la seguridad de la sociedad conyugal no era suficientemente segura.
Tras ello decidió vivir una vida más segura en torno a su primer y seguro matrimonio, el cual le procuraba alimento y desahogo carnal, vacaciones en las diferentes estaciones del año y posibilidad de ver a su hija y a su hija reproducida.
Llegó el momento final y claramente se dio cuenta de que la vida se había ido.
La seguridad le impidió poder dar sentido a su vida.
Había pasado por la vida sin vivirla. 
No dejó nada para su recuerdo.